Cuando los niños llegan a la
edad escolar, pueden sufrir presiones de diversas fuentes. Estas pueden provenir de los propios niños, así como de los padres, los maestros, los compañeros y la sociedad en general.
Esta presión puede adoptar muchas formas, a las que los niños deben responder y adaptarse. Tanto si se trata de acontecimientos duraderos, como el
divorcio de sus padres, o un simple problema menor, como perder las
tareas escolares, estas exigencias o tensiones forman parte de la vida cotidiana de los niños.
Hay un lado positivo que es cuando los niños tienen la oportunidad de sortear contratiempos a edades más tempranas. Desarrollan la
resiliencia y las herramientas necesarias para ser un adulto independiente y manejar futuros desafíos.
Lidiar con el estrés de la vida cotidiana
Los niños se acoplan bien a algunos acontecimientos y son capaces de adaptarse a ellos con relativa facilidad. Otros pueden parecerles una amenaza para sus propias rutinas diarias o las de la familia, o para su sensación de bienestar general. Estas tensiones pueden ser más problemáticas. La mayor parte de la tensión a la que se enfrentan los niños se encuentra en un punto intermedio: ni es bienvenido ni es gravemente perjudicial, sino que forma parte de las tareas de la infancia y del aprendizaje de sí mismos.
Los niños pueden tener que enfrentarse a un
acosador en el patio de recreo, a una mudanza a un nuevo barrio, a la enfermedad grave de uno de sus padres o a la decepción de un mal rendimiento deportivo. Es posible que sientan una presión constante y persistente para vestirse de la manera "correcta" o para obtener las altas calificaciones que los pongan en el camino hacia
la universidad "correcta". Los niños también se pueden preocupar por hacer amigos, lidiar con la presión de los compañeros o superar una lesión o discapacidad física.
Los niños son sensibles no solo a los cambios que los rodean, sino también a los sentimientos y las reacciones de sus padres. Esto es cierto incluso si esos sentimientos no se comunican directamente con palabras. Si uno de los padres pierde el trabajo, los niños tendrán que adaptarse a la crisis económica de su familia; no solo deben enfrentarse a los obvios cambios de presupuesto de la familia, sino también a los cambios en el estado emocional de sus padres.
Tensión buena y mala
No todas las clases de tensiones son malas. Una cantidad moderada de presión por parte de un maestro o un entrenador, por ejemplo, puede motivar a un niño a mantener sus calificaciones altas en la escuela o a participar más plenamente en las
actividades deportivas. Manejar con éxito las situaciones o acontecimientos estresantes mejora la capacidad del niño para afrontarlos en el futuro.
Los niños son futuros adultos y, a través de estas experiencias, desarrollan su resiliencia y aprenden a enfrentarse a los inevitables golpes y obstáculos de la vida. Sin embargo, cuando la tensión es continua o particularmente intensa, puede hacer daño tanto en la mente como en el cuerpo.
Los acontecimientos importantes, especialmente los que cambian para siempre la familia de un niño, como
la muerte de uno de sus padres, pueden tener efectos duraderos en la salud psicológica y el bienestar de los niños. Las tensiones cotidianas menores también pueden tener consecuencias.
Los sucesos estresantes repentinos aceleran la respiración y los latidos del corazón de su hijo, contraen los vasos sanguíneos, aumentan la
presión arterial y la tensión muscular, y pueden provocar molestias estomacales y
dolores de cabeza. A medida que la tensión persiste, puede hacer que el niño sea más susceptible a enfermarse y sentir fatiga, pérdida del
sueño,
pesadillas, rechinar de dientes, falta de apetito,
berrinches o
depresión. Los niños se pueden volver irascibles o sus
calificaciones escolares se pueden ver afectadas. Su comportamiento y su disposición para cooperar pueden cambiar.
Cómo puede el estrés afectar a los niños
La edad y el desarrollo de un niño ayudarán a determinar qué tan estresante puede ser una situación determinada. Cambiar de maestro a mitad del año puede ser un algo importante para un niño de primer grado y simplemente un fastidio para uno de sexto. La forma en que un niño percibe y responde a estrés depende en parte del desarrollo, en parte de la experiencia y en parte del temperamento individual del niño.
A los niños que tienen un claro sentido de capacidad personal, y que se sienten queridos y apoyados, les suele ir bien.
Recuerde
Hable con su pediatra sobre las formas de ayudar a su hijo a controlar el estrés.
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