¿Cuál es la diferencia entre un ataque y una convulsión y cómo se tratan?
Los ataques son cambios temporales repentinos en el movimiento físico, la sensación o el comportamiento causados por impulsos eléctricos anormales en el cerebro. Dependiendo de cuántos músculos se ven afectados por los impulsos eláctricos, un ataque puede ocasionar un agarrotamiento repentino del cuerpo o la relajación completa de los músculos, lo que puede hacer que una persona parezca estar paralizada temporalmente. Algunas veces a estos ataques se les llama “espasmos” o “desmayos”. Los términos convulsión y ataque se pueden usar indistintamente.
Tipos
Una convulsión que involucra todo el cuerpo (algunas veces llamada ataque "tónico-clónico generalizado" o "gran mal") es el tipo de ataque más dramático, que causa movimientos rápidos y violentos y ocasionalmente la pérdida de la conciencia. Algunas veces pueden comenzar con movimientos focales (aquellos movimientos que involucran una parte específica del cuerpo) y avanzar a movimientos generalizados (es decir, ambos lados del cuerpo). Las convulsiones pueden ocurrir en aproximadamente cinco de cada 100 personas en algún momento durante la niñez. Por el contrario, la "ausencia" de ataques (llamados anteriormente ataques de "mal pequeño") son episodios momentáneos con una mirada fija ausente o un lapso de atención breve (uno o dos segundos). Estos ocurren principalmente en niños pequeños y pueden ser tan sutiles que no se notan hasta que afectan el trabajo escolar.
Ataques febriles
Las convulsiones febriles (ataques provocados por fiebre alta) ocurren en 3 o 4 de cada 100 niños entres seis meses y cinco años de edad, pero más frecuentemente alrededor de los doce y dieciocho meses de edad. Los niños que tienen menos de un año cuando sufren su primera convulsión febril simple, tienen aproximadamente un 50 por ciento de probabilidad de sufrir otra, mientras que los niños que tienen más de un año de edad cuando sufren el primer ataque, tienen aproximadamente un 30 por ciento de probabilidad de sufrir un segundo. Sin embargo, solamente un pequeño número entre 100 niños desarrollará ataques crónicos sin fiebre.
Una convulsión febril puede provocar reacciones tan suaves como trabar los ojos o agarrotamiento de las extremidades, o tan alarmante como una convulsión generalizada con tirones y movimientos espasmódicos repentinos que involucran todo el cuerpo. Las convulsiones febriles usualmente duran menos de dos o tres minutos, y comúnmente el comportamiento del niño regresa rápidamente a la normalidad.
Epilepsia
El término epilepsia se usa para describir ataques recurrentes que se repiten a lo largo del tiempo sin una enfermedad aguda (como fiebre) o lesión cerebral. Algunas veces la causa de los ataques recurrentes es conocida (epilepsia sintomática) y algunas veces no (epilepsia idiopática).
Otros trastornos similares
Algunos niños experimentan episodios repentinos que pueden enmascarar o imitar ataques, pero en realidad no lo son. Los ejemplos incluyen contener el aliento, desmayos (síncope), tirones corporales o faciales (contracciones musculares) y trastornos inusuales del sueño (terrores nocturnos, sonambulismo y cataplexia). Pueden ocurrir solamente una vez o pueden volver a ocurrir en un período de tiempo limitado. Nuevamente, a pesar de que estos episodios pueden parecerse a la epilepsia o ataques verdaderos, no son, y requieren un tratamiento muy diferente.
Tratamiento
La mayoría de ataques cesarán por sí solos y no requieren tratamiento mádico inmediato. Si su hijo tiene una convulsión, protájalo de que se lastime recostándolo sobre el lado con las caderas más altas que la cabeza, de manera que no se asfixie si vomita.
Ataques severos
Si la convulsión no se detiene en un plazo de dos o tres minutos o si es inusualmente severa (dificultad para respirar, asfixia, la piel se pone azul, tener varios ataques seguidos), llame al 911 para recibir ayuda mádica de emergencia. Sin embargo, no deje a su hijo sin atención. Después de que se detiene el ataque, llame de inmediato al pediatra y pida una cita en el consultorio del médico o el departamento de emergencia más cercano. También llame al mádico si su hijo está tomando algún medicamento contra las convulsiones, ya que esto podría significar que es necesario ajustar la dosis.
Cómo hallar la causa
Si su hijo tiene fiebre, el pediatra comprobará si se trata de una infección. Si no hay fiebre y esta fue la primera convulsión, el mádico tratará de determinar otras posibles causas preguntando si hay algún historial familiar de ataques o si su hijo ha tenido algún golpe reciente en la cabeza. Examinará al niño y es posible que tambián le orden exámenes de sangre, imágenes del cerebro por medio de una tomografía computarizada (TAC) o resonancia magnática nuclear (RMN) o un electroencefalograma (EEG), que mide la actividad eláctrica del cerebro. Algunas veces se realizará una punción lumbar para obtener una muestra del líquido cerebroespinal que puede examinarse para detectar algunas causas de convulsiones como la meningitis, una infección de la membrana que recubre el cerebro. Si no se puede encontrar una explicación o causa de los ataques, es probable que el mádico consulte con un neurólogo pediatra, un pediatra que se especializa en los trastornos del sistema nervioso.
Medicamentos
Si un niño sufre una convulsión febril, algunos padres pueden intentar controlar la fiebre con acetaminofán y un baño de esponja. Sin embargo, estos mátodos no evitan futuros ataques febriles, sino solo hacen que el niño se sienta cómodo. Si hay una infección bacteriana, su mádico probablemente le recetará un antibiótico. Si una infección grave como la meningitis es responsable del ataque, su hijo tendrá que ser hospitalizado para recibir tratamiento adicional. Tambián, cuando los ataques son provocados por cantidades anormales de azúcar, calcio o magnesio en la sangre, es posible que sea necesaria una hospitalización de manera que se pueda encontrar la causa y corregir los desbalances.
Si se diagnostica epilepsia, a su hijo normalmente se le dará un medicamento anti-convulsivo. Cuando se mantiene la dosis adecuada, los ataques casi siempre se pueden controlar por completo. Es posible que sea necesario realizar pruebas de sangre periódicas despuás de iniciar algún medicamento para asegurarse de que haya una cantidad adecuada presente en el organismo. También es posible que requiera EEG periódicos. El medicamento normalmente se continúa hasta que ya no haya habido ataques por uno o dos años.
A pesar de lo alarmantes que pueden ser los ataques, es alentador saber que la probabilidad de que su hijo tenga otro ataque baja significativamente a medida que va creciendo. (Solamente 1 de cada 100 adultos ha tenido un ataque alguna vez). Desafortunadamente, aún existe una gran cantidad de malos entendidos y confusión sobre los ataques, así que es importante que los amigos y maestros de su hijo entiendan su afección. Si necesita apoyo o información adicional, consulte al pediatra o contacte a la oficina local o estatal de Epilepsy Foundation.