En la actualidad, los adolescentes son bombardeados con normas de ética y moral conflictivas y en permanente cambio, al mismo tiempo que están en el proceso de formular un sistema de creencias. Esto no solo es confuso para ellos sino que es preocupante para sus padres, que ya no pueden confiar en la sociedad para reforzar los valores que se enseñan en el hogar.
Las generaciones anteriores dependían de una compleja matriz de personas e instituciones para defender los códigos morales de la comunidad. Los parientes más lejanos, los vecinos, las organizaciones cívicas y religiosas, y las escuelas ampliaron la esfera de influencia de los padres más allá del hogar. Es más, la mayoría de los padres sentían que podían depender del respaldo de otros padres y adultos en la comunidad para que adoptaran las mismas normas de conducta y los mismos valores básicos para sus hijos. En muchos casos, esa red de seguridad se ha estirado demasiado como consecuencia del alto índice de divorcios, semanas de trabajo más largas y otros cambios sociales que se han producido en las últimas décadas.
Para agravar la situación, a menudo nos encontramos compitiendo con la influencia cada vez más invasiva de los medios de comunicación, que intentan unificar la audiencia cada vez más fragmentada apelando a su apetito insaciable por el sensacionalismo, el sexo y el culto a las celebridades. Para contrarrestar estas influencias externas, los padres deben forjar en sus hijos una sólida base moral y ética. Aunque no siempre lo parezca, usted es la influencia dominante en la vida de su hijo adolescente. No dude en expresar sus opiniones sobre el consumo de drogas, el sexo, la intolerancia racial, los crímenes motivados por el odio y otras cuestiones que afectan a sus hijos, especialmente al poner un límite o al imponer disciplina. Sin embargo, primero debe reflexionar introspectivamente sobre sus puntos de vista. Hable con su hijo sobre lo que cree y por qué, como en el siguiente ejemplo. Es posible que no le guste la regla o el castigo, pero al menos puede quedarse satisfecho de que su posición no es arbitraria.
Los niños necesitan saber qué piensan mamá y papá, aunque sólo sea para tener un sistema de creencias a partir del cual pueden crear el suyo propio. Es posible que ellos no estén de acuerdo con usted, lo desafíen incluso, pero finalmente es probable que lo respeten por sus convicciones. Según una serie de estudios, la mayoría de los niños vuelven a considerar los valores de sus padres y los adoptan alrededor de los 25 años.
¿Cuál es la manera más eficaz para inculcar valores?: el ejemplo
Sus palabras tendrán más peso si usted sirve de ejemplo claro de los valores y los hábitos que desea que su hijo adolescente imite. Predique con el ejemplo, por decirlo de algún modo. Los adolescentes cuyos padres fuman, por ejemplo, tienen tres veces más probabilidades de fumar que los hijos de hogares donde no se fuma.
Sin embargo, el hecho de que los padres no prediquen con el ejemplo, tanto ahora como en el pasado, no les impide impartir ética y moral a sus hijos. Ser perfecto no es un requisito previo de la paternidad. La protesta inevitable, con un indignado "¡Pero tú lo haces!" (Seguramente supuso que lo diría), tiene una reacción sorprendentemente simple. Que tú "lo" haces quiere decir que fumas, pero puede usar la misma respuesta para otros comportamientos que sean inapropiados, peligrosos o ilegales para un menor.
Los padres que quizás experimentaron con las drogas, el alcohol o el sexo hace años se enfrentan a un dilema similar. ¿No es hipócrita prohibirle a su hijo adolescente que haga cosas que usted hizo cuando tenía su edad? En una palabra, no. Usted está actuando como un padre preocupado que ha aprendido de la experiencia y quiere proteger a su hijo.
Anteriormente hemos advertido a los padres sobre contar historias de su juventud con demasiada libertad. ¿Pero qué pasaría si su hijo le preguntara a boca de jarro si alguna vez cuando era un niño? Cuando se trate de los dilemas comunes de la adolescencia relacionados con el sexo, las drogas, el cigarrillo, la escuela, etc., diga lo que piensa. Un padre que admite sus desaciertos y fallas éticas puede contribuir con un testimonio convincente sobre las ventajas de seguir el camino correcto. No exagere ni use tácticas para intimidar. Simplemente sea honesto:
"Cuando tenía 16 años, permití que un muchacho con quien salía me presionara a tener sexo. Al mirar hacia atrás, me doy cuenta que no fui lo suficientemente madura para manejarlo. Sufrí bastante. Ojalá hubiera esperado hasta ser mayor".
"Durante mi segundo año en la universidad, me drogaba todos los fines de semana. Una noche salí de un bar, conduje a casa borracho y choqué contra un automóvil estacionado. La policía y los paramédicos estaban sorprendidos de que no hubiera muerto. Me tomó un par de años encaminar mi vida. Eso es lo que me hicieron las drogas y el alcohol. Espero que seas mucho más inteligente de lo que yo fui y no te metas en esas cosas".
Sin embargo, puede haber aspectos de su vida personal que quizás prefiera no revelar, especialmente si su hijo es inmaduro emocionalmente, indiscreto o propenso a echarle cosas en cara cuando se enoja con usted. Considere la posibilidad de contar su experiencia como si le hubiera sucedido a un "conocido", siempre que no haya ninguna persona que su hijo pudiera identificar. El objetivo de este tipo de conversación es lograr que su hijo adolescente entienda lo que está en juego y las consecuencias que podrían tener sus decisiones, y no para ganar su confianza abriendo su corazón o contándole sus pecados de juventud. Los padres que hacen esto con demasiada frecuencia o de manera indiscriminada corren el riesgo de perder el respeto de sus hijos y debilitar su autoridad. Use el sentido común.