Es muy difícil enfrentar las altas y bajas de un niño de dos años de edad. En un momento está radiante y amigable; el siguiente está malhumorado y llorón, y a menudo, sin razón aparente. Sin embargo, estos cambios de temperamento son solo parte del crecimiento. Estas son señales de cambios emocionales que suceden a medida que su hijo lucha por controlar sus acciones, impulsos, sentimientos y su cuerpo.
A esta edad, su hijo desea explorar el mundo y buscar aventuras. Como resultado, pasará gran parte de su tiempo probando los límites; sus propios límites, los suyos y los de su entorno. Desafortunadamente, todavía carece de muchas destrezas que se requieren para lograr con seguridad todo lo que necesita hacer y con frecuencia, necesitará que usted lo proteja.
Cuando pasa de un límite y lo regresa a su lugar, con frecuencia reacciona con enojo y frustración, posiblemente con rabietas o malhumor. Posiblemente responda con golpes, patadas o mordidas. A esta edad, simplemente no tiene tanto control por sus impulsos emocionales, así que su enojo y frustración tienden a surgir repentinamente llorando, golpeando o gritando. Es su única manera de enfrentar las difíciles realidades de la vida. Hasta puede actuar de formas que sin intención lo lastiman a él y a los demás. Todo es parte de ser dos.
¿Alguna vez le dijeron sus hermanas o familiares que su hijo nunca se comporta mal cuando ellos lo cuidan? Es común que los niños pequeños se comporten como ángeles cuando usted no está cerca, ya que no confían suficiente en otras personas como para probar sus límites. Pero con usted, su hijo menor estará dispuesto a tratar cosas que pueden ser peligrosas o difíciles porque sabe que usted lo rescatará si se mete en problemas.
No importa el patrón de protesta que haya desarrollado al final de su primer año, probablemente persistirá por algún tiempo. Por ejemplo, cuando está por dejarlo con una hermana, puede enojarse y hacer rabieta antes de la separación. O bien, puede quejarse o llorar y aferrarse a usted. O también, simplemente podría sobreponerse y callarse. Cualquiera que sea su comportamiento, intente no sobreactuar regañándolo o empujándolo. La mejor táctica es asegurarle antes de que se vaya que regresará y, cuando regrese, lo elogiará por ser tan paciente mientras usted no estuvo. Sienta alivio por el hecho de que las separaciones deberían ser mucho más fáciles cuando tenga tres años de edad.
Mientras más seguro y confiado se sienta su hijo de dos años, tendrá más posibilidades de ser independiente y bien portado. Puede ayudarlo a desarrollar estos sentimientos positivos al estimularlo a que se comporte con más madurez. Para hacerlo, establezca límites razonables consistentemente, que le permitan explorar y ejercer su curiosidad, pero que pongan el límite en el comportamiento peligroso y antisocial. Con estos lineamientos, empezará a sentir lo que es aceptable y lo que no lo es. Para repetirlo, la clave es la constancia. Haláguelo cada vez que juegue bien con otro niño, o cuando se alimente, vista o desvista sin su ayuda; también cuando lo ayude a empezar con una actividad y su hijo la termine sin ayuda. Al igual que usted, empezará a sentirse bien con relación a estos logros y a sí mismo. Con su autoestima en aumento, también desarrollará una imagen de sí mismo como alguien que se comporta de cierta manera, de la manera que usted ha estimulado, y el comportamiento negativo desaparecerá.
Ya que los niños de dos años de edad normalmente expresan una amplia variedad de emociones, prepárese para ir del agrado a la furia. Sin embargo, deberá consultar con su pediatra si su hijo parece muy pasivo o distraído, constantemente triste o demasiado exigente e insatisfecho la mayor parte del tiempo. Estas podrían ser señales de depresión, ocasionadas por alguna clase de estrés oculto o problemas biológicos. Si su médico sospecha que existe depresión, probablemente referirá a su hijo a un profesional de la salud mental para una consulta.