Comer una dieta balanceada, hacer ejercicio y mantener un estilo de vida saludable en general requiere vigilancia, incluso en los adultos más disciplinados. Hacer frente a los mismos desafíos físicos y alimenticios es aún más difícil para los niños y adolescentes. Esto es especialmente cierto para los jóvenes de hoy, cuyos días están llenos de computadoras, comidas rápidas, automóviles y las costumbres sedentarias de la vida suburbana. De hecho, el aumento dramático en la prevalencia de sobrepeso infantil en los Estados Unidos ha llevado a Centers for Disease Control and Prevention (Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades) a etiquetar la obesidad infantil como una epidemia nacional que afecta a más de 9 millones de niños y adolescentes.
La magnitud del problema se extiende más allá de simplemente lo que las pesas revelan. Los problemas mádicos son comunes en niños y adolescentes obesos, que con frecuencia sufren de diabetes, hipertensión arterial, colesterol alto, baja autoestima y depresión. La carga de las complicaciones mádicas y financieras relacionadas solo contribuye a agravar esta crisis de crecimiento.
Si bien los antecedentes familiares y la genática han servido históricamente como factores de riesgo para la obesidad, los factores ambientales como la falta de ejercicio y los desastres nutricionales que se sirven a menudo en los restaurantes y cafeterías hacen que las víctimas de nuestra sociedad de “brazos caídos” sean más difíciles de anticipar y solucionar. Para los padres, la prevención es un distintivo para frenar el problema.
Un plan para la salud
Afortunadamente para los padres, hay maneras de navegar por los peligros de la obesidad infantil. Las siguientes son algunas sugerencias. Para una lectura más extensa, obtenga una copia de la Guía para padres sobre la obesidad infantil de AAP: un plan para la salud de la Dra. Sandra G. Hassink (editora en jefe).
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Todo queda en familia: La buena salud involucra a todos los miembros de su familia, así que enfoque la dieta y el ejercicio como un proyecto familiar. Debe dar un buen ejemplo respecto a los comportamientos alimentarios saludables que desea que sus hijos adopten. Los niños son muy inteligentes para aceptar que les digan: “haz que lo que digo, no lo que hago”. Involucrar a toda la familia en los mismos hábitos saludables evitará que los niños se sientan señalados o aislados. Esto será especialmente importante si un niño tiene sobrepeso. En las tardes y los fines de semana, invite a su familia a unírsele para ir a caminar en la cuadra o jugar croquet. Al fomentar hábitos saludables en sus hijos, le hará un favor a su propio cuerpo y mente.
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Un ojo vigilante: Evalúe rutinariamente la alimentación y los patrones de actividad de sus hijos y observe si hay un aumento de peso excesivo. Hable con su pediatra acerca de la ubicación de la estatura, peso e índice de masa corporal (IMC) de su hijo en la gráfica de crecimiento, cualquier inquietud que tenga y los pasos que debe adoptar para asegurar su crecimiento y desarrollo normal.
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Una manzana al día: Concántrese en la ingesta nutricional de sus hijos, en lugar de las calorías, especialmente cuando son pequeños. La elección de alimentos saludables promoverá el equilibrio nutricional. Comer juntos como familia ayudará a establecer hábitos saludables de alimentación y proporcionará la oportunidad de pasar un tiempo valioso juntos. Tambián es una buena manera de mantener las porciones bajo control. Además, enseñe a sus hijos a no “comer a hurtadillas”; para bocadillos mantenga a mano muchos vegetales y frutas frescas.
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Días escolares: Por supuesto, el suministro de comidas nutritivas en casa es fácil si se compara con poder controlar lo que sus hijos comen durante el día escolar. Algunas maneras de evitar este problema incluyen:
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La mayoría de las escuelas envía regularmente a su casa el programa de menús de la cafetería. Al contar con esta información anticipadamente, puede planear la preparación del almuerzo para que su hijo se lo lleve a la escuela los días en que el plato principal es algún alimento que prefiere que su hijo no coma.
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Únase con otros padres para solicitar que la escuela de su hijo ofrezca opciones saludables como fruta fresca, productos lácteos bajos en grasa, agua y jugo de fruta 100 por ciento natural en las máquinas expendedoras.
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Cada refresco de 12 onzas contiene aproximadamente 10 cucharaditas de azúcar y 150 calorías. Beber una sola lata de refresco al día aumenta, en 60 por ciento, el riesgo de un niño de ser obeso. Restrinja el consumo de refrescos de su hijo.
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Receso para ver la televisión:Alájese de las pantallas de televisión y computadoras. La AAP recomienda que los niños menores de dos años no vean televisión en absoluto; para los niños mayores, el tiempo frente a la televisión debe limitarse a no más de una o dos horas al día.
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En movimiento:ponga a sus hijos en movimiento. Todo lo que implica movimiento califica como actividad física. No es necesario presionar a su hijo hasta el punto en que se sienta agotado para contribuir al control de peso. Algunas medidas pequeñas y cotidianas pueden ayudar, tales como estacionar su automóvil fuera de la tienda y caminar, subir las gradas en lugar de tomar un ascensor y pasear al perro.
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Por diversión: Encuentre maneras divertidas de mantenerles activos dentro y fuera. Muchos niños disfrutan las actividades que patrocinan los parques y el departamento de recreación de su comunidad, tales como el fútbol, mientras que algunos niños obesos pueden sentirse acomplejados al participar en actividades de grupo. Pero hay muchas actividades deportivas individuales, como montar a caballo y las artes marciales, donde pueden hacer ejercicio y divertirse. En las fiestas de cumpleaños, incorpore actividades físicas tales como el golf en miniatura. Tambián, tenga en cuenta que hay deportes por los que sus hijos pueden desarrollar un gusto de por vida, como la natación, caminata, tenis y golf.