Para los adolescentes en Estados Unidos, la adultez puede parecer una vacación comparativa. Hacen cosas similares a las que hacemos nosotros durante el día, y luego tienen que hacer tareas escolares durante una o dos horas en las noches. Si parece como si los jóvenes están bajo presiones mayores que las nuestras en su momento, no se lo está imaginando. Lo están.
“Es un fenómeno nacional”, dice el Dr. Coleman, que señala dos causas. Dentro de una creciente economía saturada de alta tecnología, se le exigirá mucho más a los trabajadores del mañana. Tal y como los maestros recalcan constantemente en sus clases, necesitarán tener destrezas superiores si esperan conseguir trabajo. Esto es, si es que hay trabajos todavía, una preocupación generada por la reciente tendencia hacia la reducción de personal.
La presión viene muchas veces de uno mismo, indica el Dr. Coleman, pero también en su mayoría de mamá y papá. “Mis pacientes adolescentes se quejan y dicen, ‘Mis padres ejercen tanta presión sobre mí para que ingrese a una buena universidad que no me puedo divertir en la escuela secundaria’. Los padres pueden volverse muy insistentes. Me han consultado parejas que vienen con su hija de ocho años porque no le va bien en ortografía. Ellos quieren saber si su hija podrá entrar a la universidad, ser independiente y tener una buena vida.
“Algunas de sus preocupaciones tienen fundamento”, continúa añadiendo, “pero otras veces están enfocados más en el futuro y no en mantener equilibrada la vida de su hijo en elpresente.”
Lo que usted puede hacer
Observe cuidadosamente si existen señales de tensión.No se puede cuantificar cuántos compromisos extracurriculares son demasiados. El horario de una niña puede parecerse al calendario social de la Reina de Inglaterra, pero si ella está feliz y le va bien, entonces los padres pueden relajarse. (Por cierto, las investigaciones sugieren que participar en actividades después de la escuela puede fortalecer el afecto que los estudiantes sienten por su escuela, que está asociado a índices menores de fracaso y deserción escolar.)
Un joven que se siente agobiado puede parecer irritado, deprimido o exhausto. Su trabajo escolar puede verse afectado. “Cuando usted nota señales consistentes de tensión” dice la psicóloga clínica Helen Pratt, madre de cinco niños, “es momento de involucrarse e insistir que el adolescente deje de realizar una o varias actividades”.
Examine las expectativas que tiene para su hijo. ¿Son realistas? Exigir que un estudiante que siempre ha obtenido una D como calificación en la materia de ciencias de repente comience a sacar una A en la materia de química de onceavo grado no solo es poco razonable, sino que también lo hará sentir fracasado y desmotivado.
Una mejor manera de medir el progreso es con pequeños incrementos. Entonces aunque nuestra meta final sea elevar sus calificaciones a una B para el final del semestre, se establecen metas a corto plazo durante este tiempo. Tal vez el primer logro sea ayudarle a entender un concepto clave. Reconozca el logro de este paso y motive a su hijo a alcanzar el siguiente objetivo: una B en el próximo examen de laboratorio. Y así sucesivamente. Si no puede lograrlo, analice por qué. ¿Se debió a una falta de esfuerzo? ¿O la expectativa era muy alta? Si sucedió esto último, entonces es necesario establecer nuevas metas.
No insista en enviar a su hijo a la universidad si él no desea asistir. Puede plantearle que asistir a la universidad le hará más competitivo, pero finalmente la decisión es de él. Tal vez nunca le ha gustado lo académico. O tal vez desea incursionar de lleno en el mercado laboral, formar parte de las fuerzas armadas o escoger un campo que requiere un talento en particular y donde la educación es secundaria, como la actuación o el deporte.
Lo importante es que su hijo tenga un plan, aunque sea de corto plazo o no sea lo que usted había elegido para él, por lo que le aconsejamos no presionarle para que asista a la universidad en contra de su voluntad. Cada quien avanza en la vida a su propio paso y de acuerdo a su propio cronograma. Algunos adolescentes desde muy pequeños ya saben lo que quieren hacer profesionalmente; su trayectoria se asemeja al vuelo de una flecha: en línea recta y preciso. Otros se enfocan en una carrera pero abandonan su sueño después de terminarla o antes. Tal vez era la visión de alguien más para ellos, no la propia. Eventualmente, descubren que su corazón está en otro lado.
Esta es la razón por la que tantos jóvenes sientan cabeza hasta más adelante. Tal vez trabajen varios años y luego se inscriban en la universidad. Tal vez ya encontraron lo que realmente les satisface hacer y ahora quieren desarrollar las destrezas necesarias para convertirlo en una carrera. O, su experiencia en el área laboral les ha enseñado a apreciar las ventajas de obtener cierto diploma académico. Nuestro punto es que nunca es tarde para estudiar. Con las expectativas de que las generaciones futuras podrán tener dos, tres o más carreras en el curso de sus vidas, muchos adultos sin duda regresarán al aula de clases.
Un estudiante de la escuela secundaria que no puede pensar en pasar cuatro años o más en la secuela podría considerar obtener un diplomado en artes (A.A.) de dos años de duración. Aquellos que tienen un A.A. tendrán oportunidad de conseguir un mejor salario que los que nunca asistieron a la universidad. Otra opción que ahorra tiempo es inscribirse en un programa técnico para obtener las destrezas y la experiencia que buscan los distintos empleadores.