Creo que discutimos mucho en nuestra familia. ¿Es normal?
Las discusiones entre usted y sus hijos son inevitables en la vida familiar. Si su familia nunca discute, probablemente significa que están evitando los problemas. Para que se conviertan en adultos productivos, los niños necesitan tener la capacidad de expresar sus opiniones; aún si no están de acuerdo con la suya y sentir que se les toma en serio.
Aún así, puede y debe mantener el impacto negativo de los argumentos en su nivel más bajo.
Elija sus batallas
Sea selectivo con los problemas sobre los que discute. Cuando surge la posibilidad de un problema, decida si realmente vale la pena o no; Por ejemplo, si su hijo desea usar un par de zapatos tenis viejos para ir a la escuela en lugar del par nuevo que le acaba de comprar o si desea llevar su cabello un poco más largo de lo que a usted le gustaría, puede decidir dejarlo que haga lo que prefiera y tratar de ser firme con los asuntos más importantes. Elija sus batallas cuidadosamente.
Tenga una mentalidad abierta
Deje que su hijo gane algunas veces. Cuando usted y su hijo adolescente discuten, necesita hacer algo más que escuchar su punto de vista; cuando presenta un caso persuasivo, tenga la disposición de decir: “me convenciste. Lo haremos a tu manera”. Permita que su hijo adolescente sepa que valora su punto de vista y que a través de la comunicación se pueden resolver los conflictos y que algunas veces puede ganar.
Límites de las discusiones
Mientras las discusiones permanezcan dentro de ciertos límites, son una forma aceptable y productiva de comunicación. Pueden continuar mientras que estén bajo control, sean respetuosas y lleven a una solución. Pero deje de discutir si esto lleva a insultos, si las voces calmadas se reemplazan con gritos o si usted y su hijo discuten el mismo tema sin progresar hacia una solución. Nunca se ría de su hijo, no importa lo ridículo que se escuchen sus argumentos; al reírse se está burlando en esencia de él y de lo que está diciendo.
Por ejemplo, si no le gustó el ensayo que su hijo escribió sobre la Guerra Civil para la escuela, los dos pueden discutir qué es lo que usted percibió como sus fallas. Pero recuerde, es su tarea de la escuela y su responsabilidad. Su maestro es el juez final. Si el diálogo entre usted y su hijo empieza a parecerse a un ataque a su persona (“¡no sabes de qué estás hablando!”); entonces, es el momento de un receso. Dígale a su hijo: “Esta discusión no va a ningún lado. Debemos detenernos, tranquilízate y seguiremos después”. Reinicie el diálogo más tarde ese mismo día, cuando uno o los dos tengan un nuevo enfoque al problema.
Algunas de las familias programan estas discusiones de seguimiento. Un padre podría decir, “regresa con cinco puntos para apoyar tu argumento y yo tendré cinco para corroborar el mío”. Las familias pueden establecer la forma de tener estos diálogos: El niño habla ininterrumpidamente durante cinco minutos y luego, el padre responde durante los siguientes cinco minutos; después, otra ronda de cinco minutos cada uno, puede encontrar áreas en las que estará de acuerdo o en las que llegarán a un acuerdo.
Conflictos recurrentes
Si los conflictos sobre algunos asuntos en particular vuelven a aparecer una y otra vez, analice las causas fundamentales. Piense detenidamente por qué usted y su hijo están discutiendo sobre estos asuntos y trate de tomar alguna acción correctiva.
Por ejemplo, si su hijo adolescente todas las noches se rehúsa a ir a dormir, puede usar sus arrebatos como una manera de estar despierto más tiempo o para obtener más atención. O bien, si discute repetidamente sobre hacer su tarea, intente poner fin a estos conflictos redactando un contrato que estipule las expectativas, responsabilidades, recompensas y castigos por hacer y no hacer la tarea. Recuerde que la tarea la asigna el maestro y es responsabilidad de su hijo. Puede ser que no lo haga a su manera, pero cumple con los requisitos de la escuela, así que no debe convertirlo en un problema de la casa. Usted y su hijo deberán firmar el contrato, aceptar acatarlo y (posiblemente) terminar los desacuerdos sobre el tema.
Alianzas
Algunas familias involucran a un tercero en el conflicto, supuestamente para mediar las dificultades, pero esta persona puede tomar una u otra posición y, por lo tanto, complicar más los desacuerdos. Algunas veces cuando no pueden resolver su conflicto, las partes enfrentadas pueden unirse para enfocar la atención en otros miembros de la familia como una forma para evitar enfrentar el problema real.
Dentro de toda familia existen ciertas alianzas, coaliciones y rivalidades. Algunas veces, la madre y la hija podrían formar una alianza contra el padre y el hijo. O bien, los dos padres podrían unirse contra los hijos en un asunto en particular. Pero dentro de una familia funcional, estas coaliciones no son fijas, cambian según la situación y no interrumpen el funcionamiento de la familia. Sin embargo, si la situación se pone tensa y perdurable, pueden afectar a la familia.
Es natural no tener conocimiento de que existe cualquier alianza dentro de su familia. Pero obtenga un mejor sentido de la dinámica de su familia, hágase las siguientes preguntas: “¿Con qué miembro de la familia tiendo a estar de acuerdo (o en desacuerdo) con más frecuencia? Cuando mis hijos están peleando, ¿de qué lado estoy generalmente? ¿Con qué miembro de la familia usualmente paso mi tiempo libre? ¿Quién en la familia me enoja con más facilidad?".
Los niños aprenden con el ejemplo
No olvide que los niños aprenden a manejar los desacuerdos al ver el ejemplo de sus padres. ¿Con cuánta facilidad usted y su pareja tienen “buenas" discusiones, que terminan en una reconciliación exitosa? O bien, ¿se quedan enojados o evitan las peleas del todo? Sus hijos por lo general siguen su ejemplo.