¡“Aquí está”! Michelle, de diecisiete años, le entrega orgullosamente a su padre su análisis del uso de la metáfora en el trabajo de Charles Dickens.
Cuando papá lo termina de leer, deja escapar un silbido, en señal de autentica admiración. ¡Qué bonito! ¡Qué buen trabajo, querida! exclama. “Este trabajo merece una A, definitivamente”.
Así que se sorprende tanto como ella cuando la siguiente semana su hija le muestra su composición corregida, calificada con una B-menos en bolígrafo rojo.
“Una B-menos, ¿puedes creerlo, papi”? Francamente, no puedo.
¡“Esto significa que probablemente no podré sacar una A en inglés”! exclama con preocupación. “Definitivamente, tengo que sacar una A, ¿si no, cómo voy a lograr que me admitan en el programa de literatura inglesa de la universidad estatal”?
Qué puede hacer
Un padre puede estar tentado a pedir una revisión de la nota. Pero antes de agarrar la pluma o el auricular, recuerde que como padres, no siempre estamos en la mejor posición para evaluar la calidad del trabajo de nuestros hijos. No solo nos inclinamos a verlo de la mejor manera posible, sino que no tenemos contexto para juzgarlo. Por ejemplo, cuando un padre que se encuentra en la situación anterior habla con el maestro, le sorprende escuchar al instructor opinar que la composición de Michelle sobre Charles Dickens estaba muy bien escrita.
Pero de acuerdo con la paciente explicación del maestro, ella no abordó el objetivo principal de la tarea, que era argumentar a favor del hecho que Dickens fue un importante comentarista de su época. El hecho de que Michelle se haya esforzado en la elaboración de su trabajo no es suficiente; su esfuerzo estaba desencaminado. Además, incluyó solamente ocho de las diez fuentes requeridas, no siguió el formato estándar de pie de página y cometió algunos errores ortográficos y gramaticales. He ahí su calificación de B-menos.