Así como los bebés prefieren ciertos diseños y sonidos, normalmente son muy específicos en cuanto a sabores y olores. Respirarán profundo para oler la leche, la vainilla, el banano o el azúcar, pero voltearán su nariz al olor del alcohol o el vinagre.
Al final de su primera semana, si se les alimenta con leche materna, se voltearán hacia el olor del seno de su madre pero ignorarán el olor de otras madres lactantes. Este sistema parecido al radar ayuda a guiarlos a la lactancia materna y alejarlos de sustancias que podrían dañarlo.
Los bebés son igual de sensibles a las caricias y a la forma en la que los maneja. Se acurrucarán en un pedazo suave de franela o satín, pero rechazarán la tela áspera o el papel de lija. Cuando se les acaricia con suavidad con una palma, se relajarán y se quedarán tranquilos. Si se les levanta bruscamente, probablemente lo tomarán como ofensa y empezarán a llorar. Si se les levanta suavemente y se les arrulla lentamente, se quedarán tranquilos y atentos.
Cargarlos, acariciarlos, arrullarlos y acurrucarlos los calmará cuando estén molestos y hará que estén más alertas cuando estén somnolientos. Esto también envía un claro mensaje del amor y afecto de los padres. Mucho antes de que entiendan una palabra que digan los padres, entenderán el estado de ánimo y los sentimientos de los padres por la forma en que los tocan.